El día había sido caluroso y los
rayos de sol amarillos se derramaban a través de las ventanas creando
brillantes charcas de luz en el suelo polvoriento que dejaban a su paso sin
piedad, la infinidad de neumáticos de los coches que iban y venían en el
quehacer de sus ocupantes.
Por eso cuando el cielo estaba
oscuro, y los rayos de sol tímidamente reflejaban su crepúsculo, sentí la
tentación de apoyarme en la ventana...y allí estaba fiel, como mujer solitaria,
fuerte y capaz, alta y esbelta.
Aparecía ante mis ojos la
palmera, elevándose con su altura hacia lo más alto, balanceándose alegremente,
sin prisa. Describía con el baile de sus ramas pequeñas espirales.
Al mirarla no pude solo deslizar
mis ojos ante ella. Alcé la mano lentamente para tocarme el rostro en el que
las estrías de los años empiezan a aparecer.
Parpadeé con la mirada limpia y
abrí la puerta de mis recuerdos examinando la escena que se desarrollaba en mi
interior.
Con respiración lenta y profunda
los pensamientos vagaban a través de cada una de las experiencias vividas en mi
juventud.
Una escalera de mármol blanco en
la que el paso del tiempo había eliminado, en cada peldaño, la brillantez de lo
nuevo.
Con ella una barandilla metálica
y un pasamanos de madera que también dejaba entrever los años y las huellas de
las manos a las que tantas veces había ayudado en su descenso.
Sumida en mi recuerdo también yo
dejé caer la mano en la barandilla y allí estabas tú, mi querida palmera.
Tímidamente tú presencia
embellecía el rellano, en una simbiosis natural de mármol blanco y el verde
profundo de tus, entonces, pequeñas ramas. Contemplando silenciosa los pasos
lentos, cansados en momentos y apresurados en otros. El paso de los pies
cansados de quienes te habían dado cobijo en aquella escalera, complaciendo la
ilusión que provocaba en mí tú sola presencia.
Te hice cómplice de mis sueños
para que con tú encantamiento diario, dieras una nota de calor a mis pasos.
Fuiste testigo por última vez de
la ilusión vestida de blanco, con un manto virginal que en su descender,
limpiaba meticulosamente cada peldaño.
Se abrían nuevos horizontes,
sueños por realizar fraguados a lo largo del tiempo en mi interior. Una vida
nueva se iniciaba a partir de aquel momento, una vida plagada de ilusiones,
pero lejos de ti.
Deliberadamente escucho el
silencio producido por mi ausencia en la casa que juntas compartimos.
Mantengo la mirada fija en ti
querida palmera y no puedo dejar de aprobar la decisión tomada tras mi
ausencia. A mi vuelta no la acepté, es más detesté tu cambio fuera del rellano,
pero el paso de los años evidencian, por tu crecimiento, arrogancia y
pretensión por elevarte hacia lo más alto, que el cambio fue justificado y sin lugar
a dudas acertado.
Ahora miro a tu alrededor y
pienso vagamente que desde ahí has sido testigo del ir y venir, del paso de
esas vidas que ya desgraciadamente no están con nosotras, las alegrías y los
sufrimientos de muchos, así como de los desamores del cuerpo y del alma de
otros.
Aprieto los dientes y te veo
querida palmera porqué eres el grato recuerdo. Verte me produce un hormigueo ,
imposible no entornar los ojos y evocar a aquellas buenas gentes que pasaron
ante ti en infinidad de ocasiones, antes de que estuvieras expuesta a la vista
de todos.
Doy las gracias a mi hermano,
que fue quien tuvo la sabia decisión de rescatarte del rellano de la escalera y
colocarte en ese lugar privilegiado, así desde aquí, en libertad absoluta de
naturaleza salvaje, has podido hacer navegar tus sueños, tu crecimiento hacia
la elevación, al mismo tiempo que yo lejos de ti realizaba los míos.
En el instante en que te miro,
doblando y flexionando tus palmas no puedo dejar de admirar tu belleza y
dejarme llevar, a través de ti, para alabar juntas, cómplices en nuestro
silencio y rendir homenaje a aquellas manos encallecidas y a aquellos pies
cansados por el ir y venir en una vida de lucha y sacrificio.
Juntas rendimos nuestro mayor
homenaje a aquel hombre que hizo de la soledad su vida y que anduvo navegando
entre dos aguas, la de unos sueños bellos y nobles, y la de una realidad cruel
preso de nubes y tormentas. Querido por unos y odiado por otros.
La aridez del desierto
circundante y el agotamiento de mi cerebro, que parece una nube de neuronas, me
recreo en ti con total complicidad por los sentimientos que compartimos, con
aire grave rendimos nuestro homenaje, PALMERA CHAPARRA, a la persona que al
colocarte ahí hizo posible elevarte hasta tu cima, mi hermano.
SENDA