Caminaba por su senda
calurosa, a su lado resplandecían los rayos de sol bien altos del verano,
esperaba la llegada de días menos sofocantes.
De pronto parecía haber
estallado en el aire un pomo inmenso de perfume infantil.
Las palabras que fluían
no tenían la belleza que ella hubiera necesitado en aquel momento para plasmar
sus emociones, se sobresaltó al pensarlo, pero no por ello dejó de rememorar
aquel tiempo lejano ya y tan presente en su vida, en el que la LUZ que emanaba de su interior
le producía un ligero cosquilleo y al mismo tiempo la llenaba de una
felicidad indescriptible.
Avanzó en los recuerdos y
se adentró de pleno en ellos. La dicha invadía su espíritu porque en su
interior se fraguaba una nueva vida, aún desconocida aunque esperanzadora.
Cautelosamente observaba cada evolución, cada movimiento de su vientre
prominente y esparcía un telo de nubes de algodón para con ellas protegerlo.
Pensaba en el crecimiento saludable y libre de posibles agentes negativos que pudieran
dañarlo, aquella vida, se decía, tenía que ser fuerte capaz de moler cualquier
adversidad que pudiera encontrar.
Por eso durante los
nueve meses que duró su gestación intentó apartar de ella las tinieblas para
que no dañaran la luz tan amada que en ella crecía.
Hubo un doloroso
silencio,¡ había pasado tanto tiempo!, se dejó caer suavemente en la butaca y
permaneció absorta algunos momentos. Intencionadamente dió un giro a su cabeza
para volver a la grata realidad, no había manera de contener el regocijo
producido ante el ardor de aquel grato recuerdo.
Con su tranquilidad
persuasiva, volvió a mirar atrás y la luz fluyó de nuevo, porque aquella VIDA
en su interior tenía fuerza suficiente para dejarse notar.
Ella la intuía en
el silencio y disfrutaba arropándola con sus caricias, hablándole en susurros
para que no tuviera miedo y esparcía a su alrededor un perfume de amor…
de ternura.
Estuvo a punto de
elevarse como una diosa, se sentía Isis, la diosa madre, con una fuerza vital
difícil de describir. Ella y su Luz bastaban para llenar el Universo de
felicidad.
Recordó entonces aquel
invierno… un declinado mes de diciembre, y un día “Los Santos Inocentes” …La LUZ , que transitoriamente
había esparcido tímidos rayos dentro de ella, decidió su entrada en el mundo
que se le ofrecía. ¡Allí estaba!, fuerte, inmenso, con una VITALIDAD que
llenaba de orgullo a quienes contemplándolo con absoluto deleite acunaban
su resplandor.
A partir de aquel momento
su Luz de estrella fue creciendo con plena libertad, como estrella que era, sus
rayos, encandilaban de regocijo y placer a aquellos dos Planetas que siguiendo
el orden natural del universo permanecían a su lado, siempre
contemplativos, siempre en guardia permanente alrededor del SOL DE MEDIANOCHE
que era el eje de sus vidas.
Terminó de envolver sus
recuerdos, asombrada de tan magnifica obra y tuvo una ligera excitación, le
latía el corazón con fuerza ante tanta dicha, sentía que su vida había estado
llena de un rojo escarlata bajo aquel SOL, fruto del amor anclado en el corazón
de dos seres que habían galopado juntos por senderos infatigablemente.
Volvió a suspirar
totalmente satisfecha.
SENDA©